El mes de marzo de este año 2010 será recordado por los salvadoreños. Gracias a la labor periodística de La Prensa Gráfica, se tiene la secuencia del homicidio de un estudiante de uno de los Institutos Públicos más grandes de San Salvador. Lejos de despertar morbo por ver la secuencia del ataque, lo que deseo es reiterar lo que dice el titular de este post: la crisis en la familia es igual a una sociedad violenta, insegura y con los valores morales por los suelos. ¿Será posible que por la rivalidad entre dos institutos públicos, por robar una camisa del instituto “rival” uno de los estudiantes (menor de edad por cierto) haya asesinado a otro con una cuchillada en el corazón? Es escalofriante, pero así es.
Como bien es conocido los valores que se viven en sociedad son inculcados principalmente en la familia. Nadie puede por tanto, en este tema ser “candil de la calle, oscuridad de su casa”, todo lo contrario: si en la familia no se vive el respeto, la convivencia, la armonía, la paz y un largo et cétera, no podrá pedirse que eso se viva en la sociedad en donde las diferencias son más pronunciadas, en donde no hay más vínculo que el de ser conciudadanos (que ya es bastante) y en donde por tanto los puntos de encuentro son pocos. Es necesario crear una política de protección a la familia que permita de veras que la familia viva su papel fundamental: ser la célula primaria de la sociedad.
Lastimosamente acá en El Salvador, esa es una asignatura pendiente de muchos políticos, entretenidos en planes de seguridad a corto o mediano plazo (que tardan en llegar por cierto), pero sin miras a largo plazo. No tienen en cuenta que ellos por más que permanezcan en cargos públicos, de elección popular, tendrán un día que retirarse de ellos, pero que la sociedad sigue avanzando (¿o retrocediendo habremos de decir?) y que por tanto deberían pensar en dejar una mejor sociedad para todos, no sólo en el instante en que les ha tocado llevar las riendas del país, sino para el futuro que es de todos.
Concretamente quiero traer a la memoria, porque para los hombres es fácil olvidar, que se encuentra engavetada en la Asamblea Legislativa, una reforma Constitucional importantísima para los destinos de la familia salvadoreña: la autentica definición del Matrimonio. El Partido Oficial, concretamente, no quiere aportar los votos para dar ese paso, a pesar del compromiso adquirido no sólo con las otras fracciones legislativas, sino con entidades apolíticas de la sociedad: Fundaciones en Pro de la Vida, autoridades eclesiásticas, etc. Está claro que es un tema para resguardar y reafirmar a la familia, sin que por ello se “discrimine” (de acuerdo al argumento por ellos esgrimidos) a ningún grupo. Antes bien, de no aprobarse dicha reforma se estaría dejando al margen el querer y el sentir de una gran mayoría de ciudadanos que han demostrado lo importante que resulta dicha reforma.
Quiere ser este un llamado también para los partidos de oposición para que retomen el tema y lo pongan nuevamente en la palestra y en la agenda de la legislatura, para que no sufra el engavetamiento del que hoy es víctima.
Los resultados no se verán en el corto plazo, pero la sociedad tiene una duración permanente, independiente del gobierno de turno.
De la familia que se tenga en una sociedad, lo repetimos de intento, se tendrá una mejor o peor sociedad.