Durante varios años se ha pensado que China podría superar a Estados Unidos y convertirse en la primera potencia mundial. Sin embargo, el sueño de este país oirental parece ser cada día más lejano y una de las razones es que pese a su auge económico y teconológico, el declive demográfico que ya comienza a sufrir afectará gravemente a aquel país.
A principio del año 1912, Estados Unidos logró salir de una recesión de dos años y a lo largo de un siglo la economía en este país aumentó. Los estadounidenses, en términos reales, son 700% más ricos hoy. Así comienza un artículo escrito por Mark P. Mills y Julio M. Ottino, publicado en The Wall Street Journal Americas, en el cual se analiza los grandes retos debido al auge teconológico que se avecina y porque Estados Unidos, es el país mejor preparado para afrontarlo.Las teconologías que emergieron alrededor de 1912 —electrificación, telefonía, el nacimiento de la edad del automotor, la invención del acero inoxidable — ayudaron a impulsar el crecimiento de Estados Unidos. Cien años más tarde, nos encontramos frente a tres grandes transformaciones tecnológicas que tienen el potencial de rivalizar con las del siglo pasado y todas ellas encuentran su epicentro en EE.UU.: grandes datos, manufactura inteligente y la revolución inalámbrica.
La tecnología de la información ingresó en la era de los grandes datos. La capacidad de procesamiento y almacenamiento de datos son virtualmente gratuitas. Un celular, el iPhone, tiene una capacidad informática que avergüenza a la computadora IBM de los años 70. Internet evoluciona hacia la “nube”, una red de miles de centros de datos que individualmente hacen que una supercomputadora de 1990 parezca antediluviana. Desde los medios sociales hasta las revoluciones médicas basadas en análisis de metadatos, para lo cual proezas astronómicas de procesamiento de datos permiten hasta ahora servicios y negocios inimaginables, estamos en la cúspide de nuevos mercados inimaginables.
¿La segunda transformación? Manufactura inteligente. Este es el primer cambio estructural desde que Henry Ford lanzó el poder económico de la “producción en masa”. Mientras ya vemos evidencia en sistemas de automatización e información aplicados a administración de cadena de suministro, recién ingresamos a una era donde la misma fabricación de cosas físicas es revolucionada por la ciencia de materiales emergentes. Pronto los ingenieros diseñarán y construirán a nivel molecular, optimizando funciones e incluso creando nuevos materiales, que mejorarán radicalmente la calidad y reducirán los desechos.
Esta era de materiales nuevos será explosiva económicamente cuando sea combinada con la impresión en 3-D, también conocida como manufactura digital directa; literalmente partes “de impresión” y aparatos que funcionan con una computadora, lásers y metales en polvo y plásticos. Ya están apareciendo partes impresas de aplicaciones de alto valor como implantes específicos para los pacientes de reemplazo de de cadera o dientes, o partes de aviones más livianas y fuertes. Algún día, el Santo Grial: impresión “desde el escritorio” de productos finales enteros desde ruedas a incluso máquinas de lavar la ropa.
Finalmente, está la revolución comunicacional, donde pronto la mayoría de los humanos en el planeta estarán conectados de forma inalámbrica. Nunca antes mil millones de personas —pronto miles de millones más— pudieron comunicarse, socializar y comerciar en tiempo real.
Las implicaciones del colapso radical en el costo de la conectividad inalámbrica son tan grandes como las que siguieron al surgimiento de la telegrafía/telefonía. Junto con la nube, el mundo inalámbrico brinda conectividad barata, información y capacidad de procesamiento para casi todos, en todos lados.
Ante este panorama los autores del artículo se cuestionan si únicamente la teconología impulsara el crecimiento económico y sin duda no lo es todo. Estados Unidos tiene una de las claves para situarse en el primer lugar, y entre ellas esta el tener una demografía joven, cultura dinamica y sistema de educación diverso.
El artículo afirma que Estados Unidos superará a China y Europa en población y los autores aseguran que la juventud brinda más que una base de trabajadores y contribuyentes: brinda la energía inevitable que impulsa cualquier cosa. Amplificada y alivianada por la experiencia de sus mayores, la juventud y la escala económica (EE.UU. aún es la mayor economía del mundo) no deben ser subestimadas, en especial en el contexto de las otras dos grandes fuerzas: su cultura y sistema educativo.
Este país posee una cultura dinámica. El estadounidense tiene apertura mental, trabajo enérgico, capacidad lúdica, y toma riesgos.
Luego está el sistema educativo, a menudo criticado como inadecuado para los desafíos globales. Pero la educación superior estadounidense elude medidas estadísticas simples ya que sus características más sobresalientes son la flexibilidad y la diversidad de filosofías educativas, currículum y cuerpo de profesores. Cabe recordar que más de la mitad de las 100 mejores universidades del mundo siguen siendo estadounidenses.
Finalmente, los autores proponen a los políticos ciertas inciativas para ayudar a impulsar este crecimiento como: mercados financieros líquidos, políticas impositivas y migratorias sensatas, y regulaciones balanceadas permitirán que florezca el próximo auge. Pero el combustible esencial es la innovación. La promesa reside en los cambios tecnológicos tectónicos que se están desarrollando.
Sin duda alguna, Estados Unidos seguira liderando la economía mundial, pero ante está perpectiva cada día es más evidente que los países deben a apostar por su población como un recurso para impulsar su economía. El boom tecnológico próximo únicamente podrá sobresalir en una demografía joven, con nuevas ideas e iniciativas.
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Fuente: Enpositivo.com