Adam Smith, una personalidad intrépida y destacada en su tiempo, se caracterizaba por su sencillez, intelectualidad y observación aguda de la psicología humana. Influenciado fuertemente por la ciencia newtoniana y el mecanicismo, aspiraba a construir una ciencia comprensiva que abarcara diferentes aspectos de la realidad. Su enfoque comenzaba con el universo, expandiéndose al estudio de los movimientos de los astros, los cuerpos y terminando en el análisis profundo de los sentimientos y afectos humanos.
La mano invisible y el orden espontáneo
Smith era un creyente en el orden espontáneo. En su punto de vista, el universo orbitaba por sí solo, sin necesidad de intervención divina, y consideraba que los asuntos humanos deberían funcionar de la misma manera. Creía que cuando se dejaba sin intervención la voluntad humana, se obtenían mejores resultados tanto en ámbitos económicos, como políticos y sociales. Este pensamiento es ejemplificado en su famosa metáfora de «la mano invisible», introducida en su obra clave La riqueza de las naciones. Sus ideas acerca del orden natural y autónomo sentaron las bases para el posterior desarrollo del evolucionismo.
Además de su creencia en el orden natural, Smith abrigaba la fe en un «juez universal» o «arquitecto universal», quien según él, dirigía sabiamente todas las cosas sin intervenir directamente en ellas. En este enfoque estoico se veía reflejado su visión del hombre como una pieza más dentro de una maquinaria más grande, la cual buscaba comprender en su totalidad.
Las relaciones de Smith y sus influencias
Adam Smith mantuvo una amistad con David Hume, famoso por sus declaraciones de ateísmo, a pesar de tener diferentes creencias espirituales. Smith también tenía alta estima por Jean-Jacques Rousseau, a quien a pesar de tener diferencias filosóficas, admiraba profundamente. Rousseau presuponía que el hombre es inherentemente bueno y que es la sociedad la que lo corrompe, mientras que Smith adoptó un enfoque más realista, sosteniendo que los hombres tienden a buscar su propio interés, lo cual no era necesariamente malo.
La ambigüedad de Smith y su legado como economista
Una característica notable del pensamiento de Smith es su cuidado meticuloso y la dificultad de encasillarlo, dado su enfoque abarcador y multifacético. Esto se refleja claramente en su Teoría de los sentimientos morales, donde analiza la ética y la lógica en profundidad, recordándonos que antes de ser reconocido como el padre de la economía moderna, Smith era profesor de estas disciplinas. Cuando escribió La riqueza de las naciones, no existía aún la economía como una disciplina académica separada. Este tratado es considerado una piedra fundacional en la economía moderna, convirtiéndolo en uno de los pioneros más destacados de este campo.
Así, en su tricentenario, Adam Smith continúa siendo una figura cardinal en la historia del pensamiento económico, cuyas ideas prevalecen hasta nuestros días y seguramente lo harán en el futuro.
Adam Smith y la Teoría de los Sentimientos Morales
El tercer centenario del nacimiento de Adam Smith, el célebre economista y filósofo, nos brinda la oportunidad de adentrarnos en una de sus obras menos reconocidas pero igual de significativas: la Teoría de los Sentimientos Morales. Smith dedicó seis ediciones a este libro, la última de ellas póstuma, un contraste notable con La Riqueza de las Naciones, probablemente su obra más conocida, que sólo recibió una edición.
¿Por qué «Sentimientos Morales»?
El concepto de «sentimientos morales» en la filosofía de Smith surge de su creencia, compartida con su contemporáneo David Hume, de que la razón es esclava de las pasiones. Para Smith, el ser humano es fundamentalmente un ser de pasiones, instintos y emociones, y la razón se desempeña meramente como un instrumento para validar y guiar estas pasiones.
Por ejemplo, si una mujer desea casarse con un buen partido, a nivel instintivo, ella puede racionalizar este sentimiento diciendo que necesita estudiar en la universidad para prepararse mejor. Sin embargo, su motivo subyacente (conseguir un buen partido) puede estar oculto incluso para ella misma. Este tipo de autoengaño a menudo lleva a que los sentimientos se disfracen de buenos propósitos, lo que complica la vida humana.
El hombre interno y el dilema de ser admirable
En el marco de esta complicada relación entre la razón y los sentimientos, Smith argumentaba que existe un «hombre interno» dentro de cada individuo que juzga nuestras acciones. Este hombre interno nos hace pensar que, aunque ser admirado es bueno, es mucho mejor ser digno de admiración, es decir, ser verdaderamente admirable.
Para ilustrar esta idea, se puede recurrir a la película israelí Footnote. En ella, un académico veterano con una carrera sin reconocimiento, cuyo único logro había sido una nota al pie en una investigación del Talmud, se compara con su hijo, exitoso y reconocido. Cuando por error el padre es notificado de ganar el premio Israel, el máximo galardón de humanidades del país realmente destinado al hijo, se plantea un dilema moral: ¿Debería aceptar el premio y ser admirado o rechazarlo, sabiendo que no es verdaderamente merecedor de él?
Este dilema, que queda sin resolverse en la película, refleja el conflicto entre ser admirado (el reconocimiento externo, que puede ser erróneo o injustificado) y ser admirable (la valoración interna, que implica una integridad y mérito genuinos). Es un ejemplo de cómo los sentimientos pueden influir en la razón y en nuestras decisiones.
En resumen, la Teoría de los Sentimientos Morales de Adam Smith presenta una concepción del comportamiento humano en la que los sentimientos juegan un papel central. Aunque menos conocida que La Riqueza de las Naciones, esta obra ofrece una visión profunda y compleja del ser humano, en complicada relación entre la razón y las emociones.