Recientemente se publicó en Aceprensa un artículo titulado La ciencia descubre la Paternidad que explica como el hombre experimenta cambios cuando se convierte en padre. Así por ejemplo “cuando nace el hijo, el padre experimenta un descenso de la testosterona, lo que favorece su implicación con el niño.” Además se afirma que, desde antes del nacimiento, si el papá toca a la mamá y percibe al hijo aumenta la oxitocina; de la misma manera que después aumenta la hormona cuando el padre tiene contacto con el hijo, desarrollándose la empatía cognitiva propia del varón. En conclusión, puede afirmarse que el cerebro de un hombre que es padre es diferente del cerebro de quien no es padre: “la atención al bebé es un ‘estrés positivo’ para el padre, que potencia la aparición de nuevas neuronas por acción de la prolactina”.
La paternidad no puede quedar relegada a un segundo plano. El padre tiene una “contribución única al desarrollo del niño”, menciona el artículo, concretamente en el aspecto social, y especialmente a partir de los 2 años. Así pues, se recomienda que los padres se impliquen lo más posible en el cuidado y educación de los hijos, y también que se organicen clases de preparación solo para ellos, a semejanza de las que hay para las mujeres que van a ser madres.
Mucho se ha escrito de los efectos negativos que ocasiona un padre ausente en el desarrollo del hijo. Pero es importante destacar los aspectos positivos que un padre presente tiene en sus hijos como por ejemplo el aumentar la autoestima del menor, mejorar las habilidades sociales, mejorar el desempeño escolar y brindar mejores herramientas para enfrentar dificultades futuras.