Según datos de las Naciones Unidas, en China en el 2015 habían, entre las personas de 15 a 40 años, 20.8 millones más de hombres chinos que mujeres. Así que no es de extrañarse que hayan tantos solteros y muchos estén frustrados, sobre todo si se considera que en la cultura China proteger el linaje para honrar a los ancestros y construir familia están entre las principales virtudes.
Sebastián Riomalo, economista y abogado que trabajó como analista económico para el Fondo de Población de las Naciones Unidas en Beijing, afirma que “la difícil situación de los hombres solteros ha hecho que muchos padres tomen nota de las ventajas que da hoy día el tener una hija. Paradójicamente, una de las víctimas de la espiral demográfica terminó siendo uno de los factores que dio inicio a ella: la preferencia social por los niños.” Y es que detrás de este desbalance está la política de control natal, implementada en 1981, que permitía únicamente tener un hijo, ante lo cual los padres que tenían una alta preferencia por tener un niño estaban dispuestos a abortar a una niña en camino con tal de tener otra oportunidad para engendrar al hijo.
La mujer joven china, consciente de esta realidad espera que el pretendiente le ofrezca un ascenso en la escalera social o, como mínimo, le asegure una vida cómoda. En las ciudades, esto implica necesariamente que el hombre, a sus 30 años, tenga ya casa y carro; en el campo, al menos una parcela para labrar. Dadas las condiciones, inevitablemente los solteros involuntarios terminan siendo los millones que son los más pobres y vulnerables.
En FADEP estamos convencidos que la decisión de cuantos hijos tener es algo que compete única y exclusivamente a la familia. No puede ser algo impuesto y era de esperarse que una política tan radical como la del hijo único terminara teniendo consecuencias radicales.
Además de acelerar vertiginosamente el proceso de envejecimiento de la población, la política de natalidad incentivó un fuerte deslabone en la tasa de género. El Gobierno no anticipó el aumento de los abortos selectivos motivados por el sexo: entre el 2005 y 2010, cuando la proporción de los nacimientos por sexo del mundo estaba en 108 niños por cada 100 niñas, en China era de 117, según la ONU. Según Riomalo, la consecuencia social de que existan tantos hombres solos y frustrados preocupa actualmente al Gobierno: “los jóvenes sin vida amorosa se sienten marginados de la sociedad y son una fuente potencial de violencia, terrorismo e inestabilidad política. Muchos de ellos están buscando su esposa en países aledaños, lo que ha aumentado el tráfico humano y la tensión diplomática con países como Camboya y Laos. Por último, hay analistas que argumentan que, detrás de las burbujas inmobiliarias en megaciudades está la necesidad casi irracional del hombre de comprar un apartamento sin reparar en si el precio es justo o no.”
Viendo los resultados, el Gobierno de China ha intentado corregir el desbalance aunque sus medidas no llegaron a tiempo. La política de natalidad fue reformada para permitir hasta dos hijos por familia en el campo, cuando la primera fuera una niña (desde 2015, todas las familias pueden tener hasta dos hijos). El aborto, aunque permitido, no puede hacerse por razones de sexo e inclusive, se prohibió por ley el uso de ultrasonidos para determinar el sexo del bebe gestante.
No cabe duda que con la demografía no se puede jugar. Lo peligroso es que los efectos de las decisiones en este campo se ven a largo plazo y son casi siempre irreversibles. El limitar el número de hijos buscando disminuir el crecimiento poblacional no será nunca la solución para lograr aumentar la riqueza de una país. No se trata de dividir el pastel en menos personas, lo que hay que hacer es agrandar el pastel. Ciertamente esta es una tarea más difícil, pero sin duda es la única solución sostenible y duradera.
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