La disminución generalizada de las tasas de fecundidad en el mundo no es una realidad desconocida. Lo que para muchos sí es desconocido es lo rápido que ésta ha disminuido en muchos países latinoamericanos si se compara con el proceso ocurrido en Europa. Así por ejemplo, al Reino Unido le tomó 95 años pasar de una tasa de 6 hijos por mujer a una menor de 3, mientras que a Costa Rica y Brazil únicamente les tomó 27 y 26 años respectivamente. A nivel global, la tasa de fertilidad ha caído de los 5 hijos por mujer a 2.5, y actualmente únicamente en África se encuentran países con tasas de fertilidad por encima de 5. ¿Esto es positivo? No necesariamente. La tasa de fertilidad no es un indicativo del desarrollo o de lo bien que viven los habitantes de un país.
Las causas de este descenso son muchas y una de ellas es definitivamente la incursión de la mujer en el mundo laboral. Para la década de 1980 la correlación entre empleo femenino y tasa de fecundidad era negativa en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, (OCDE). Actualmente la relación es totalmente contraria y ya los países europeos se preocupan de que la tasa de fertilidad sea tan baja y que el reemplazo generacional no esté garantizado.

La evolución de la política de población estadounidense en estos últimos cuarenta años es sumamente esclarecedora a este respecto. La victoria de la Segunda Guerra Mundial marcó, para EE UU, una inusitada época de prosperidad, a la vez que el retorno de los soldados del frente exigía la vuelta al hogar de las mujeres que se habían incorporado al proceso productivo. Los Estados europeos, que entraron en la década de los setenta con una tasa de natalidad extremadamente baja y una población estacionaria o en disminución, se apresuraron a tomar medidas que modificaran la situación; Rumanía, Checoslovaquia y Hungría han restringido enormemente el aborto. Por otro lado, las dos Alemanias han puesto en marcha medidas económicas de carácter pronatalista para persuadir a un número creciente de mujeres alrededor de esta temática. La protección a las madres solteras también ha sido una medida generalizada en Europa, la cual impacta también, de manera positiva, en el cuidado de la familia por parte del Estado. Sin embargo, todas estas medidas no han logrado frenar el descenso demográfico y el envejecimiento poblacional sigue siendo un flagelo que afecta gravemente a los países más desarrollados.
En Latinoamérica la desigualdad en los ingresos y la riqueza en cada país, así como la heterogenidad entre los mismos –en términos de estructura social, dinámica sectorial, especialización externa y funcionamiento macroeconómico– han caracterizado el desarrollo económico de la región. Otra característica han sido también, los altos contrastes en la situación laboral de las mujeres frente a la de los hombres, evidenciada en las desigualdades de presupuestos entre sexos en Latinoamérica. Aún así, con condiciones no necesariamente favorables, la mujer en Latinoamérica también ha aumentado su participación en el mundo laboral y con ello la tasa de fecundidad a disminuido (aunque la causa final del descenso viene dada por una concepción errónea de creer que hay una causalidad entre menos hijos mayor riqueza y mayor desarrollo).
En consecuencia, muchas personas argumentan que el descenso de las tasas de fecundidad se detendrá si se dificulta el acceso de las mujeres al empleo. Así, a pesar de que no hay argumentos ni económicos ni humanos para la división del trabajo ni para la organización del trabajo doméstico en torno a la permanencia de las mujeres en el hogar, queda un argumento no siempre explicitado, pero siempre presente: el argumento demográfico. La reacción ante esta orientación tradicional es la causa del fenómeno que Sommestad califica como la «relación conflictiva del feminismo con la demografía». Muchos gobiernos y personas con posturas conservadoras tienden a ver en la emancipación femenina la causa del problema y proponen medidas de vuelta al hogar para solucionarlo, pero esta situación debe ser analizada con mayor detalle, puesto que la incersión de la mujer al trabajo no es la única causa del descenso en la tasa de fecundidad.
A su vez, la ONU ha evidenciado la estrecha relación entre el desarrollo de las mujeres, su nivel educacional y el desempeño de ocupaciones extrahogareñas, con el descenso de la fecundidad, concluyendo que es necesario que los Estados incrementen el gasto público a favor de la equidad de oportunidades entre hombre y mujeres, para que la demografía no se vea afectada.
La clave está en revalorizar a la familia y a los hijos y en lograr una adecuada conciliación laboral y familiar, tanto para hombres como para mujeres; logrando transmitir a las nuevas generaciones que los hijos no son obstáculos para alcanzar sueños. La relación del feminismo con la natalidad no debe ser conflictiva, al contrario debe ayudar al desarrollo de las capacidades de la mujer y llevarnos hacia una equidad en oportunidades.
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Fuente de consulta: La revolución fértil de los países pobres.
https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/la-revolucion-fertil-los-paises-pobres-estan-dejando-de-tener-hijos-a-una-velocidad-record