“La cantidad de comida desperdiciada y perdida a nivel mundial es una vergüenza. Millones de personas en todo el mundo se acuestan con hambre cada noche, y, sin embargo, millones de toneladas de alimentos terminan en basureros o estropeados en el camino al mercado. Tenemos que hacer frente a este problema en todos los países con el fin de mejorar la seguridad alimentaria y acabar con la pobreza”, asegura Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial, que ha publicado un informe en el boletín trimestral no. 16, Food Price Watch.
Según el reporte (traducido al español en un artículo por Aceprensa), cada año se pierde entre el 25% y el 33% de los alimentos producidos. Las causas varían, según del lugar en el mundo en el que se esté: en los países en desarrollo, el 87% se echa a perder en el proceso de producción, almacenamiento y transporte, por la ausencia de infraestructuras adecuadas, mientras que en las naciones industrializadas, el 61% se desperdicia en la etapa de consumo: en ese paquete de frutas que duerme semanas en la nevera de casa, o en las bandejas de productos caducados que un supermercado arroja en los contenedores cercanos…
Además de su impacto en la inseguridad alimentaria, la pérdida de alimentos causa efectos negativos en la econmía, energía y en los recursos naturales, lo cual tiene incidencia en la pobreza. Posibles soluciones para evitar la pérdida de alimentos y residuos incluyen el cambio de las técnicas de producción agrícola, haciendo grandes inversiones en infraestructura de transporte y almacenamiento, y el cambio de comportamiento del consumidor y comercial.
En FADEP estamos convencidos que en el mundo no hay sobrepoblación y que la pobreza y el hambre no se terminará reduciendo a la población. Unos 842 millones de personas en todo el mundo no tienen lo suficiente para alimentarse, sin embargo vemos que los recursos están ahí, el problema es nuestra actitud frente a ello. No se necesita un avance científico ni implementar políticas de control natal para reducir a la población para acabar con el hambre. Los gobiernos y las empresas, por un lado, deben utilizar eficientemente los recursos, de manera que puedan llegar a toda las personas y no sólo a una parte de ellas. Además, la educación del consumidor en naciones industrializadas es muy importante.
El Banco Mundial propone diversas soluciones, como garantizar la entrega de alimentos a las embarazadas en zonas pobres o de conflicto donde no existan redes estables de comercialización; ofrecerlos también en los centros escolares, de modo que los niños permanezcan en el sistema educativo (ha sido la estrategia empleada en las escuelas en Haití, tras el terremoto de 2010); entregar cupones de alimentos a las familias pobres, y brindarles capacitación y apoyo tecnológico a los pequeños agricultores, así como ayudarles a conectar con los mecanismos del mercado.
Como vemos, tenemos los conocimientos, las herramientas y las estrategias, lo que se necesita es la voluntad política, social y personal para acabar con este problema.