En los últimos años la mayoría de países, tristemente, han experimentado un aumento en el número de divorcios. Esta tendencia demográfica ha ido acompañada de modificaciones en el sistema legislativo que llevan a facilitar el divorcio; como es en Guatemala el caso del “divorcio express”, donde puede obtenerse el divorcio a solicitud de únicamente uno de los cónyuges. Muchas investigaciones han estudiado el divorcio desde dos ángulos: sus causas y sus consecuencias, analizando el impacto emocional, social y económico. Sin duda alguna, el mayor costo del divorcio es el que pagan los hijos que son las víctimas pasivas de las decisiones de sus padres y que se ven privados de la oportunidad de crecer en un hogar estable, en un ambiente de cariño que puede brindarles lo mejor para su desarrollo. Dejando eso por un lado, ahora nos enfocaremos en los costos económicos del divorcio.
El artículo “Covering the Costs of Divorce: Te Role of the Family, the State and the Market”, de Cécile Bourreau-Dubois y Myriam Doriat-Duban, busca identificar todos los costos económicos que implica un divorcio y revisar los diversos instrumentos de cobertura – privados y sociales – utilizados para cubrir esos costos. En términos de análisis económico, el divorcio puede considerarse como un riesgo, ya que es posible establecer una probabilidad de ocurrencia y el monto de los costos involucrados. El riesgo de divorcio es privado, ya que afecta a la riqueza de los ex cónyuges. Los costos privados que genera pueden estar cubiertos por una serie de instrumentos, algunos basados en la solidaridad privada, organizados ex post (pensión alimenticia) o ex ante (contratos de matrimonio de la comunidad de bienes) y otros sobre las estrategias de precaución individuales (permanencia en el mercado de trabajo, ahorros, seguros, contratos de matrimonio de propiedades separadas). Sin embargo, el divorcio es también un riesgo social, ya que genera externalidades socialmente costosas (monoparentalidad, pobreza, desigualdades para los cónyuges), cuya escala puede reducirse mediante la aplicación de políticas sociales y fiscales apropiadas.
El artículo afirma que “los cónyuges divorciados suelen ver una caída en su nivel de vida debido a una reducción en las economías de escala. Si bien el alcance de esta disminución varía de un país a otro, se pueden establecer varios hechos. En particular, el nivel de vida disminuye con más frecuencia para las mujeres que para los hombres después del divorcio, especialmente si la mujer tiene la custodia de los hijos. Además, el riesgo de pobreza después del divorcio es más alto para las mujeres que para los hombres”
En total, tres actores contribuyen a la cobertura del riesgo económico de divorcio: la familia, el Estado y el mercado. Su intervención toma diferentes formas y sus respectivos papeles en la cobertura del riesgo de divorcio varían según la situación financiera de los ex esposos y su capacidad de recuperarse después de una separación.
Si bien el fin del artículo es únicamente analizar cómo se cubren los diferentes costos del divorcio, es importante buscar la manera de reducir las probabilidades del divorcio y lograr que no se vea como algo trivial a lo cual se puede recurrir ante el primer problema en el matrimonio. Es necesario que los jóvenes empiecen por escoger bien a su futuro cónyuge y posteriormente es importante que los cónyuges luchen por mantener el matrimonio sólido, por su propio bien y por el de los hijos, porque en la medida que las familias permanecen unidas la sociedad prospera.