Un año atrás escribía, en ocasión del Día de la Madre, sobre la imprescindible figura materna en el desarrollo pleno de todo ser humano. Sin embargo, la maternidad desempeña un papel aún más sobresaliente atribuyendo valores y principios elementales a la sociedad y por supuesto, aportando el principal integrante de la misma: la persona.
La maternidad figura un sinfín de particularidades que hoy en día han sido subestimadas, por lo que resulta cada vez más usual la postergación de la tenencia de hijos en las mujeres o la opción de no tenerlos en absoluto. No obstante, las condiciones actuales determinadas por la pandemia mundial por COVID-19 han realzado la relevancia insustituible de la estructura familiar dentro de la sociedad como el entorno originario de la vida humana que comienza en la maternidad.
La autora del libro Nuevos Liderazgos Femeninos, Paola Bonetti, resaltó recientemente el papel que desempeña la maternidad en la sociedad actual, destacando la generosidad inherente a ella y su disposición de servicio en la procreación y en el desarrollo de sus hijos, su familia y la sociedad en general. Bonetti habla de una “Maternidad social” originada en la feminidad de las madres y transmitida a través de su enseñanza, valores, ejemplo y la afectividad que les caracteriza y que contribuye en el crecimiento integral de las próximas generaciones de la sociedad.
La idea de la “Maternidad social” reconoce y resalta el papel de las madres en todos los ámbitos de la sociedad, lo que, en mi opinión, parte desde su naturaleza antropológica de originar vida, representando un bien social básico, ya que el crecimiento estable y la renovación de la sociedad es el fundamento de su sostenibilidad. Sin embargo, el desempeño social de la maternidad no se limita a concebir futuras generaciones, también implica su dedicación en un adecuado desarrollo personal, físico, psicológico y afectivo en cada etapa de crecimiento de los hijos; contribuyendo en la inserción de ciudadanos, profesionales y futuros padres de familia valerosos en una sociedad no sólo sostenible, sino también funcional.
Por si no fuera suficiente, la maternidad, siendo el seno de la estructura familiar basada en el matrimonio, palabra que, por cierto, proviene del latín que significa “la protección de la madre”, favorece al desarrollo económico y a la prosperidad de una sociedad, tal como se infiere en el documento El Impacto Económico de la Familia. La familia es la institución social que ha demostrado crear las condiciones óptimas para incrementar los índices de escolaridad, maximizar el desempeño laboral y acrecentar la productividad y la generación de recursos económicos. Todas las anteriores aportaciones de la estructura familiar parten de su intrínseco fundamento en la procreación, atribuyendo nuevamente, un valor insuperable a la maternidad.
Más allá de la función biológica de engendrar vida, la maternidad envuelve una infinidad de singularidades; En la anterior celebración del Día de la Madre recalcaba la permanente e indispensable figura de la madre en el desarrollo integral de sus hijos y su familia entera. Sin embargo hoy resalto la función de las madres de dar vida y valor a toda sociedad.